La recuerdo bien

Libro: Bailar junto a las ruinas (2017)

Siempre llegaba tarde, con un febrero
despintado y el perfume de un retorno
cargado de colores, con el dejo de
misterio propio de un ritual antediluviano.

La recuerdo bien,
materializándose en un susurro
de acento indescifrable.

Ocasionalmente sus ojos brillaban revelando
un deseo que juzgaba ajeno,
con la atípica resignación de
quien se considera una persona feliz.

La recuerdo bien…
Su sonrisa resultaba tan efímera que parecía
ser un obstáculo entre su rostro y las personas.

Era de aquellos que riegan
los claveles con arena,
con la implacable cordura de quien
cena los vientos de septiembre.
Dejaba correr el tiempo sin llegar con ella
misma a un acuerdo sobre sus decisiones.

Tras sus pasos iba dejando una
extraña variedad de flores venenosas.
Pisó tanto su propia vida que terminó
siendo irreconocible incluso para ella misma.

La recuerdo bien,
empuñando el paraguas de la histeria
en mitad de la tormenta.

Aprendió a adiestrar sus pesadillas
para que ya no pudieran arañarla.
Era el terremoto de su mirada un
sistema de signos por descifrar.

Era una desconfianza sin asueto,
una paz que sangra por la herida,
un cielo en tardes tormentosas.

Con su ángel y su demonio en cada hombro,
a diario lanzaba al aire una moneda
para dilucidar a cuál debía obedecer.
Su rabia a contrapelo era una parodia de
la algarabía. Para llegar a ella había que
atravesar un angosto pasillo hacia su narcisismo.

Llegué a aceptar sus cambios de ánimo como
una condición natural que no pedía permiso
para llegar, una especie de terremoto
en el momento más inesperado.

La recuerdo bien…
Yo quise pagar el rescate por esa parte
del corazón que tenía secuestrada.

Una vida habitando un cuerpo,
que cobija un alma con muchos disfraces;
contemplando el firmamento
a través de ranuras insomnes.

La recuerdo bien,
corazón de hielo y manos de sol, descendiendo
al infierno solamente para broncearse.

Con su poco venerable victimización,
repartía al oyente de turno algún
pequeño trozo de martirio.
Aunque en ciertos feriados entusiastas
creí vislumbrar al fondo de su
mirada un relámpago de azúcar.

Se vestía de penumbra cada
vez que la embargaba el miedo
a perderlo todo, y aplastaba cada
peldaño con los nervios descalzos.

La recuerdo bien,
diagramando murmullos,
absolutamente saturada de escepticismo.

Extorsionada por su propia escala
de delirios, lanzaba gotas de limón
contra los espejos cuando la imagen
que proyectaban no era ya satisfactoria.

La recuerdo bien…
Guardando su depresivo corazón
dentro de un paquete de Malboro.

Caminaba por el jardín con los
ojos vendados, solo para cumplir
con su capricho de pisar espinas.
Pretendía curar sus soledades
salando nimiedades en
su jaula de marfil.

La recuerdo bien…
Al extremo de guardar sus palabras en un
frasco de vidrio que anteayer se rompió…

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