Los desnortados

Libro: Bailar junto a las ruinas (2017)


Los desnortados, los insubordinados,
tumbados sobre el hambriento brillo del
invierno, andan distorsionando percepciones,
hasta desgastar la corteza de lo inasible.

Jumentos azotados por lo irremediable,
desabotonando inventarios de conjeturas,
embajadores de entusiasmos astronómicos,
elogiando la célebre asfixia que los une.

Los desnortados, los susurrados,
abismos de pensamientos apedreados, chapoteando
en un ovillo de distancias inmaculadas, se
abrigan demasiado con hipérboles mezquinas.

Tosiendo un simulacro de vientos
implacables, con un temor a
volar que no les impide caer
cuantas veces lo crean innecesario.

Los desnortados, los distanciados,
olas devastadas de un mar que no sabe
ser libre, soñando encerrar toda la
claustrofobia del mundo en una caja de zapatos.

Capaces de tributar culto a un escarbadientes,
convictos de escaleras de pan lactal,
dilapidando amaneceres clandestinos,
sin París, sin aguacero y mal pagados.

Los desnortados, los dibujados,
con la sonora rutina de sonreír con un
nudo en la garganta, pintando al óleo
desilusiones aficionadas con el estómago vacío.

Exhibiendo penurias con sentimentalismo
filantrópico, tacaños abyectamente patrocinados, 
copropietarios de un escondite, con
todos los resentimientos lavados y planchados.

Los desnortados, los engañados,
regando cada tardecita los remordimientos que les 
crecen en el pecho, ya el cuero no
da como antes para vocear alegrías robadas.

Con su llamativa ceremonia de amarrar
hasta el último murmullo al muelle de
las apariencias. Prefieren servir sus frustraciones
en vasos largos de cristales azulados.

Los desnortados, los abandonados,
los burlados, los mal pintados,
los enterrados, los enfrentados,
los evitados, los sospechados…

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