Capitán Ironía

Libro: Bailar junto a las ruinas (2017)

Capitán Ironía

Fabulador de ademanes a medio 
desabotonar, suele involucrarse en líos 
bronceados, pero solo por cortesía.
Considera la insensatez como 
la mayor de sus virtudes.

Bebedor de salvajismo;
la memoria del que se asume vencido
siempre será más impiadosa que celestial.

Allá va el Capitán Ironía,
licuando el asombro del 
barrio con su aire desdichado.
Su rostro enfermizo balancea
su oscuro fastidio.

El sol de los triunfos ajenos siempre
fue demasiado radiante para que 
pudiera mirarlo a los ojos.
Su piel es un alambre atravesando la
tarde entre bramidos de soledad.

Víctima de algunos momentos rescatables,
que alentaron una cierta ofuscación
sobre los inexistentes finales felices.

Allá va el Capitán Ironía,
con una impaciencia de nudillos
gruesos. Propietario de una declaración 
incinerada, a la que nunca 
dejó de echar de menos. 

Azotado por lo irremediable, el
insomnio le sonríe con los
labios apretados. La presentación oficial 
con los remordimientos siempre incluye 
un tarascón de por medio.

Por fin se queda dormido sobre una
retahíla de protestas taciturnas,
para entablar un soliloquio con sus pesadillas.

Allá va el Capitán Ironía,
con el abatimiento de los que
vienen de un rito de iniciación frustrado.
Con un viento huracanado entre las manos
pinta los barrotes de su propia jaula.


Hace un par de horas me enteré que
el Capitán quiso ascender a Comandante,
pretendiendo transformar en moretones las ojeras
de cinco caballeros muy bien adiestrados en el 
poco elegante oficio de moler al prójimo a palos.

Poco y nada me extrañó, porque 
desde que dejó de ser Teniente, 
al Capitán siempre le gustó ponerle
leche descremada a la cicuta, y dictar 
su propio epitafio con fuegos artificiales. 

Allá está el Capitán Ironía, 
en cautiverio en una cama 
de hospital, con un par de
costillas quebradas y una
lesión en el orgullo y el pulmón.

Con tres dientes menos y el rostro indigno
de alguien de su rango, lanza hacia la lluvia 
que golpea la mísera ventana de esa habitación 
una advertencia amortiguada: Tan pronto como se 
recupere todos los diarios de este país pondrán 
en los titulares su nombre, apellido y las 
condecoraciones que ganó jugándose la 
reputación en las leoninas calles de la vida.

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