Encuesta mundial: ¿Cuál es el mejor poema de Apotegmas en el desierto?


Sin mayores preámbulos, es hora de que opinen los lectores, ¿Cuál es el mejor poema de los que integran el libro? 

Mi único aporte a la encuesta - pues no pienso emitir voto alguno ni ejercer ningún tipo de influencia - ha sido la elección de los siete poemas "finalistas", que son las habilitados para el referéndum definitivo.

Cada poema con su bagaje, sus preguntas escapando por la ventana, y sobretodo con lo que tiene para decirle a éste tiempo donde le toca desenvolverse.

Así que sin más nada que decir, estos son los siete candidatos:

Anotaciones el margen con caligrafía ilegible

Domingo

Todo lo aquí expresado es fruto del desencanto
hallado en el camino hacia mi propia identidad.

El alma es un objeto de comercio que
se remata en ferias de carretera.

Un día prisionero se desgrana cuando
es solamente la suma de las horas.

Cuando nuestra realidad se asume incapaz de
salvarnos, empieza a buscar incrédulos consuelos.

Respirar es una maniobra distractoria para
ignorar las cosas importantes de la vida.

Lunes

Al martirio lo separa de la herejía, estadísticamente
hablando, la versión de los hechos.

Corrupción y honradez aun coexisten, solo que
la segunda camina sobre arena caliente.

La diferencia entre humanos y perros es que los
últimos no se jactan de su rabia demencial.

Caminamos por la vida al borde de
un abismo ético demasiado profundo.

No es fotogénico el pequeño cuerpo que trabaja en la
clandestinidad dieciséis horas diarias en un taller textil.

Martes

Solo diré acerca del pasado que es una foja
de servicio que en el fondo dice continuará.

Cada persona camina por la vida
llevando consigo aquello que quiso ser.

También hay mejillas que incluso en época
estival, guardan todo el frío de la tierra.

La mejor manera de hablar de uno mismo
es hacer silencio en el momento oportuno.

Parece como si la caída colectiva
fuera un consuelo en plural.

Miércoles

Pasamos siempre tan cerca de lo esencial
que nunca aprendemos a rozarlo.

¿Quién correrá con los gastos cuando
moralmente todo sea un gran cráter?

El silencio verde es mejor que el violeta.
No me pregunten por qué. Lo se y punto.

Libertad sería acumular dinero, y arrojarlo
cuando el viento sople con mayor intensidad.

Nunca debe confundirse el recuerdo enterrado
con el que solo está dormido y acechando.

Jueves

Si es que he sido incoherente con mi pensamiento,
será que soy fiel a mi condición humana.

Ciertos nombres son llagas en la memoria
que hay que aprender a pronunciar.

Muy frecuentemente nos encontramos con nosotros
mismos en el preciso lugar donde otros nos pierden.

Las disputas originadas en el orgullo
conducen inevitablemente a caminos pedregosos.

No hay peor sordo que aquel que
se tapa los oídos para no escuchar.

Viernes

Lo imperceptible no ha encontrado todavía la
fórmula alquímica para no ser visto por el poeta.

La tristeza parece ser el reducto mundial
donde convergemos actualmente los humanos.

Una inusitada intuición teórica me dice que
un espejismo es solo un espejo empañado.

No es la intemperie la que envejece,
sino los que anidamos en ella.

No me extrañaría que mañana se compruebe
que hasta los peces viven angustiados.

Sábado

La certidumbre como hábito puede ser más
perniciosa que la incertidumbre por desventura.

Puede que llegue el día en que los distintos le pregunten a
los iguales por qué se asemejan peligrosamente demasiado.

Unir adjetivos con tiempos pasados dibuja
una arruga en el rostro del presente.

Es cuando sonamos ausentes cuando
más sinceros llegamos a ser.

Reducida la neutralidad a un acto de pura
hipocresía, nada nos detiene para tratar de volver
menos oscuro este tiempo veleidoso.


Contradicción, promesa y ruina

Un día llegó a mi vida
impulsada por alguna
clase de designio que
nunca llegué a comprender...

Me habló de caminos negros,
Iluminados solamente por relámpagos,
de un jardín donde florecieron espejos
invisibles para reflejar suspiros.
Me dijo que la risa del alma arruga
el aire, que las suelas del destino
calzan un cámpago gastado, que el
amor paga a veces con monedas
falsas, que el dolor es el reverso
de lo hallado cuando se asume lo perdido.

Formuló absurdas teorías sobre
el cansancio del sol, de lo
trágico de transitar por la vida sin
cultivar un poco el desasosiego.
La archivé en mi memoria
recitando salmos con voz pagana,
trazando paralelismos entre el llanto
y los juguetes de la infancia;
supo filosofar como ninguna
y hacer dieta como cualquiera.

La recuerdo como si fuera ayer
(quizá realmente ocurrió ayer)
vertiendo conceptos ontológicos
mientras preparaba la cena.
Supe a su lado que siempre habrá
un viento soplándonos en
contra, y la mayor preocupación
no es precisamente despeinarse.
La recuerdo como si fuera mañana
reflejando su neurosis en un cuadro.

Evoco, aunque a desgano, aquella
ocasión en que, de la nada,
me preguntó cuantas veces yo
había amado sin esperanza.
Como no supe darle una respuesta
apropiada, me contó que
una vez quiso vivir todas las
vidas posibles al mismo tiempo
y en aquel momento ni
siquiera pudo padecer una sola.

Afirmó al pasar, cierto día
que agregaba teoremas a la
licuadora, que si cumplía sin
saber algún plan, era más
probable que fuera diabólico
que divino. Yo la escuchaba
absorto vociferar acerca del
movimiento telúrico de la
inocencia perdida y de pájaros
huérfanos de cielo para emigrar.

Conversábamos como intentando
formar un cadáver exquisito de forma
oral, continuando la frase del
otro con resultado dispar.
Con el tiempo se fue volviendo
medianamente predecible: A una
risa burlona siempre le seguía
el énfasis de una queja.
Fuimos cómplices de una voluntad
acorralada por las circunstancias.

Y todo transcurría, por así
decirlo, entre pensamientos
condenados a la pena de
muerte y silencios ermitaños;
y el mensaje cifrado que se oculta
dentro de una piel en llamas.
Y sin estar en nuestros planes
nos enseñó la costumbre que el
andar del caracol es comparable
al tiempo que sabemos utilizar.

"Existen angustias tan grandes que
a veces los ojos lloran nieve",
escribió cierta vez en el espejo y
no pude evitar darle la razón.
Noté en sus palabras,
aunque esporádicamente, una
vergüenza tácita, como si sus
conversaciones representaran
para ella la confesión pública
de un acto de sedición.

Supe por su vagabundo modo
de discrepar conmigo que todo
se resume en tres palabras:
Contradicción, promesa y ruina.
Y aprendí que de una sucesión de
residuos también puede nacer
un mundo de colores, donde
encontrar el mapa del tesoro oculto
en una sílaba perdida. Lástima
que todo nazca ya cronometrado.

Alguna vez sollozó con su rostro
sobre mis rodillas, sus miedos
con extraordinaria incoherencia.
Afuera había dejado de llover,
más no recuerdo que en algún
momento hubiera comenzado.
Ocasionalmente parecía como
si su conciencia se apartara de su
cuerpo, y la observara como una
extraña, casi con dolorosa ternura.

Un día se fue de mi vida
impulsada por alguna
clase de designio que
nunca llegué a comprender...
En el momento exacto
en que se alejaba llorando,
llegaban sonriendo a
mi vida todos los fantasmas.

En la infinita mentira de su parpadeo,
los relojes buscaron hacerme
creer que el tiempo pasa igual
para todos. Argumento falaz.
Aún sigo subrayando en los libros
frases que me llaman la atención,
con el sacrílego rictus (aunque sin
la belleza) con que ella lo hacía.

Y pese a tanto detalle derramado,
quizá no logre explicar
con palabras la honda huella
que su ausencia me dejó.
(El tiempo enseña, hilvanando la
delgada línea entre la ironía y la
paradoja, que las heridas del alma
no se lavan con agua oxigenada).

Me dejó su angustia indescifrable.
Todos los días la plancho.


El esplendor de lo imposible


El poeta madrugó, desclavó
palabras de la cruz de sus pesares,
e intentó llenar un manojo de vacíos.
Creyó impropia hasta su respiración,
y bailó silencio con silencio con
la luz titilante de sus emociones.

Cobijó verbos enfurecidos y un
firmamento de cigarrillos consumidos
con desdén, quemó futuros recuerdos;
escribió, para no perder la
costumbre, poesía descartable
sobre renglones asmáticos.

Se observó, un cuerpo viejo con
una simetría parecida al olvido,
brilló en sus ojos un pensamiento
a medio madurar, destinado a perecer,
y dentro del cotidiano etcétera, eligió
mirar su propia vida con prismáticos.

Tropezó consigo mismo, se confundió
con otro, salió a la calle. Cuando regresó
a su casa, notó que había dejado su soledad
entre las góndolas del supermercado.
Tuvo que volver a buscarla.

Se siente desde hace tiempo
como un Rey Midas mal configurado,
que convierte en tragedia lo rozado.
Mira la fila india de botellas.
Se sabe el dueño de su propia muerte.

Cuando bebe es su propio infierno
el que siente en la garganta.
Teme respirar, como si las respuestas
a todas sus preguntas fueran
a evaporarse al exhalar el aire.

Sonríe poco, por el bruxismo
que comenzó a desarrollar
durante la adolescencia.
Pero ninguna cuestión estética
le niega el poder terapéutico del llanto.

Son olas de aguas turbias las que
empiezan a caer de sus ojos.
Con el tiempo fue aprendiendo
a llorar peldaño a peldaño.
Cuando su dolor levanta vuelo, imagina
erróneamente que hay belleza entre sus alas.

Promediando algún parpadeo, mira
hacia atrás y añora a aquel niño
que soñaba con beber agua
de la luna. Casi cuatro lustros lo
separan de su infancia, y asume
que es inútil correr para alcanzarla.

Racimo de recuerdos prestados,
(la memoria del poeta se llena
con el pasado de otros),
prefiere a diario vivir en el
esplendor de lo imposible.

En el piso del baño, una
tableta de aspirinas convive con
un frasco vacío de crema de afeitar,
y un libro de Herta Müller.
El más incómodo de los silencios es
el que pronuncian las batallas perdidas.

Baraja la idea de ir al bar de siempre,
y escuchar otra vez las deslucidas historias
de los mismos rostros febriles,
que visten de épica relatos absurdos.
Hombres como él, solitarios y desesperados.

Lo expulsaron del Edén por
degollar una orquídea.
Hoy transita un camino de baches
profundos y resacas que no saben mentir.
Levanta la tapa del inodoro y vomita el
cansancio de una existencia que lo aplasta.

Su cabeza parece a punto
de estallar, como si un ejército
de tigres rugieran al unísono.
Al oscuro hábito del alcoholismo no
lo descifra ni siquiera quien lo padece.

Cada lugar donde se reconoce
es como un espejo para él.
Siente como si caminara en el
borde de una telaraña, esperando
encontrar un hueco para saltar.

De su padre solo heredó un
bostezo, de su madre, el mal carácter.
Llegó tarde a episodios de su propia
existencia, y lo que queda de aquel que
supo ser se ahoga en aguas anóxicas.

Cada vez que logra salir del pozo,
parece buscar la forma de cavarse otro.
Pero es su pozo. Lleva años cavándolo.
Toda herida interior sale a
la superficie de alguna manera.

Enciende otro cigarrillo, mientras cae
en la cuenta que los últimos meses
son un hueco profundo en su vida.
Sus pesadillas son menos angustiantes
que su realidad cotidiana.

Agitó lo que sentía, como si
de una esfera de nieve se tratara,
buscando mirar las cosas desde otra
perspectiva. Todos los elementos que
daban vida a su pesimismo siguieron
apareciendo en el mismo lugar.

Hace tiempo que dejó su fe olvidada
en el fondo del bolsillo de un abrigo.
Su mundo es una pelota de
fútbol que nunca supo patear.
Es inmensa la escalera de la vida
cuando se la sube a trompicones.

Sabe más de lo aconsejable de
resacas corporales y metafísicas.
Un sinnúmero de decisiones culposas
giran delante de sus mejillas sonrosadas.
Acostarse a descansar junto al fuego de la melancolía
no es la mejor forma de pasar el invierno.

Huye del fuego con la certeza de quien lo
ha perdido casi todo, pero el incendio es interior.
El gorrión que habita en su cabeza
nunca supo aconsejarlo correctamente;
y su risa encarcelada siempre
hizo de la pérdida catástrofe.

Muchas son las noches en las que al
apoyar la cabeza en la almohada,
anhela despertar siendo otra persona.
A la mañana siguiente comprueba desilusionado
que no solamente él, sino, lo que es peor,
su equipaje kamikaze, siguen siendo los mismos.

Ocasionalmente, el niño que fue se
apodera de su garganta y vuelve a
gritar como antaño que es feliz.
Normalmente, el adulto de hoy utiliza la
misma garganta para ingerir de un
trago todo un vaso de tequila.

.....

Solo una araña, inadvertida en un rincón,
fue sin saberlo, testigo del momento
en que el poeta decidió contemplarse
de cerca y enfrentar de una vez
y para siempre su maldita adicción.


El idioma del olvido


Ha muerto un niño en África... No 
recuerdo si fue en Marruecos o en Lesoto...

Nada supo de nutrientes, minerales, 
vitaminas, y nadie supo que era el 
hambre la razón de un llanto ahora estéril...

El pan que no probará su boca fue

seguramente digerido por un
estómago que no lo necesitaba...

Mientras tanto, los bien alimentados habitantes del planeta,
hablan de una adolescente británica que quedó atrapada 
en una alcantarilla para rescatar su iPhone recién comprado.

Pero este niño que ha muerto en África nada sabrá de 
tecnología, mapas y lucha entre hermanos; ni los siglos
póstumos ni las enciclopedias le pondrán nombre a una  
sombra que surgió sin papeles, y partió sin enterarse 
si aquello del amor al prójimo todavía está de moda. 

Este niño no sabrá decir futuro o zanahoria, ni sabrá que
llegó al mundo destinado a morir desde antes de nacer.
(Solo podría dar testimonio del frío como un dardo en cada músculo).

Mientras tanto, En Dallas se inaugura una muestra de arte 
con cuadros pintados por George Bush, mostrando su 
"lado humano", y lo que puede hacer alguien con tiempo y dinero de sobra.

Pero este niño que ha muerto sin saber que estaba vivo nunca
conocerá el susurro de las voces que caminan por una galería de arte.

Su madre, que ha perdido otros tres hijos, comprende que 
ya nada queda, más que un hundimiento en aguas turbias.
Sueños arruinados esperaban tras una puerta que nadie abrió.

En África solo se habla el idioma del olvido, 
mientras los gobiernos continúan su rutina de mirar 
para otro lado. Si este niño (y otros en su misma 
situación) poseen derechos, se están asfixiando.

Y en otro rincón del mundo, en el preciso 
momento en que un corazón pequeño se detiene, 
unos pocos se reparten, entre solemnidad y banquetes, 
una parte del planeta que quedaba por dividir.

La sobremesa para el rico; la basura para el 
pobre, siempre y cuando sea sumiso y no
reclame una reducción gradual del deshonor.

De aquel Mesías que multiplicaba panes
hemos pasado a elegidos que los roban...

Cuando el ser humano se despoja de valores 
surge en su interior la voz de la indiferencia.

La separación del alma de un cuerpo desnutrido 
de piel oscura se pierde tras el humo del
suceso del último hat trick de Cristiano Ronaldo.

Un número ha muerto en África; y su cuerpo horas 
después, sigue siendo aun menos frío que la estadística 
que habrá de incluirlo en el informe anual de los olvidados.

En África la vida deambula tristemente 
sola dentro de un descascarado laberinto...

En cambio, su reverso, la muerte, 
siempre encuentra compañía...



El oficio de ser sombra

Zarpo en navíos fantasmas, contemplando
un calendario donde no habita el mañana.
Palabras sin dueño envejecen a mi lado,
asumiendo que hay caminos que recorremos
buscando únicamente tropezar.

En largas jornadas de aburrimiento y
coprolalia hurgo tras puertas de arena,
intentando averiguar quien habita dentro
de mí desde el día en que incluso
las palabras más dulces ardieron.

Magnifico aquella vez en que le dije
"ojalá me corresponda de ahora en más
derramar luz solar sobre tus días".
Hoy que ejerzo el oficio de ser sombra,
¿Dónde pongo a secar mis cenizas?

Con la inefable tristeza de una caja de música,
aprendí que estar los dos en el mismo lugar y al
mismo tiempo no siempre equivale a estar juntos.
Cuando los minutos en vez de pasar, se desgranan,
el ocaso llega con alucinante puntualidad.

Ambos amábamos la soledad. Ella, entre el gentío;
yo en mis pensamientos viajando a contramano.
Solía subrayabar los instantes de felicidad
como un estudiante aplicado. Juntos fuimos
poesía; por separado, solo somos palabras.

Tirábamos el alma por la ventana en cada otoño,
ensayando una coreografía de posturas erróneas.
Rodaba la vía láctea por sus mejillas, con la
maligna ternura de un ritual de besos inoportunos.
Somos apenas un pasado que reniega de sí mismo.

Quiero abandonar el vicio de masticar tinieblas,
en esta madrugada de lluvias prematuras, pero solo
puedo tomarme una foto de pie junto a su ausencia.
Asumo los primeros embates de la nostalgia
de un llanto que no supo llorar a tiempo.

Se escucha el impacto del peso de nuestras
mentiras que siguen cayendo al piso.
Pacientemente las junto, hechas añicos,
pues son los pocos recuerdos que conservo
de los inescrutables designios de su proceder.

Por fin puedo identificarla, ladrillo
en el mural de mi pesadumbre.
Cae la noche con su inevitable
séquito de sombras y el tiempo
marchita la flor de los instantes.

Leo los mismos libros con ojos más viejos,
mientras añoro el corazón que la añoraba.
Tiempos aquellos de gastar minutos en ser
felices, con el alma escapando de la maleta.
Anochece más temprano sobre mis sentimientos.

No logro ser neutro, cauteloso, equitativo.
Siempre espero hasta llegar al precipicio
para buscar escaleras de emergencia.
Tenía penas incultas hasta que aprendieron
a doler; abyección de ignorar ciertos errores.

Esta forma de vivir que muere dentro de
mis huesos bien sabe que no siempre
fui digno de los instantes a su lado.
Hablábamos de los dos como quien
observa a la distancia una tragicomedia.

Con un invierno que se me congela en las
manos, un mal sabor de boca cosiéndome los
labios, y eternidades esculpidas sobre nubes:
¿Qué nombre le pongo a ese intervalo
infinito entre su diciembre y mi enero?


Sollozando pretextos y disculpas

Lo malo de quererte en solitario es andar
descosiendo letras de ironía ensangrentada,
vistiendo a la inocencia
con chaleco de imprudencia;
duro es ver morir la madrugada sin soñar
que me juego al borde del precipicio por tu mirada
a morir o besar,
a vivir para amar.

Quitarme el sombrero ante otras siluetas
es simplemente un halago entre comillas,
suscitando paradojas
de las caricias que mojan
la soledad que subyace en el alma del asceta,
y espero la sentencia llorando de rodillas,
pasará a ser tu amor
un mero espejo retrovisor.

Los estados que tu muro de insatisfacciones
entrega dan cuenta de un presente de estupor,
pese a que insulta insumisa
tras los brackets tu sonrisa;
no te atrevas a ironizar sobre convicciones,
que bailás con cualquiera que parezca un actor
del teatro del polvo con culpas,
(ensayarás sollozando pretextos y disculpas).

Tan jóvenes y tan perdidos,
sin tu piel y tus ladridos,
se asemeja el respirar a un testamento,
juego infame contarnos las heridas,
cuando en la soledad de las horas compartidas
arrastrábamos más dolor que sentimientos.

Las preguntas, los miedos y todo eso
englobado en lo que llamamos "el después"
son solo sumas mal hechas
de baladas que aprovechan
a medir milimétricamente el retroceso
de nuestra autoestima caminando al revés;
le advierto a una ilusión que está sobrando:
Soy inmune a eso de andar soñando.

El paso posterior al desarraigo de la vida
otrora malvivida, es quitarle algunas telarañas
a la dudas y a los jamases,
a los finales que roban los compases,
a buscar para la existencia nuevas causas perdidas
con otro cuerpo de mujer para empatar en mañas;
con el orgullo saqueado,
debo aunque pague al contado...

Las mentiras respiran en el luto mañanero,
sembrando de rencores el camino,
y hablando de hojas muertas,
de puntos inexpresivos y contraofertas:
Cada vez que almuerzo poliuretano te venero,
cada vez que deshago maletas mato una parte del destino,
de todas las ironías preexistentes,
tu lágrima es mártir del presente.

Tan viejos y tan heridos,
pierdo contra el "pudo haber sido",
querernos fue divorciarnos de egoísmos,
eludirnos es deshabitar el país de nuestras bocas,
pretender que el abandono no se lleve el optimismo
es negarle la propina a la derrota.


Vocación de tiranos


Entonces, entre la nada del mundo ella fue todo para él,
respirando la paz de un planeta en miniatura girando 
en torno a sus caricias.
Tripulantes de la desdicha, encallan sus penas por última vez.

Veinteañeros. Eternos y fugaces. Se miran a los ojos. 
Aquello que no fue es una espiral interminable.
Actúan como si la vida humana dependiera de 
lo que ocurre en esa habitación.

Los besos propician una escena ficticia donde 
burlar a los mercenarios de las vidas ajenas.
Cronología de un tiempo donde la sangre 
corre más rápido que los minutos.

Allá afuera, ángeles de esta era de absoluto oscurantismo 
llevan las alas cargadas de misiles tierra aire.
El escenario es improvisado ... Un país con exceso
de recursos al que resulta imprescindible devastar.

El general en jefe de la operación observa por 
enésima vez imágenes satelitales de la zona a destruir.
¿Será parte del entrenamiento o acaso espontáneo 
el desprecio que el general siente por la vida del prójimo?

Sus rígidas facciones subrayan la experiencia que otorga 
ser verdugo en un proceso sin abogado defensor ni tribunal.
Desde el aire, las víctimas son solo puntos inmóviles. 
Vistos de cerca, también.

Lo "bueno" de los conflictos bélicos de estos tiempos 
es que gracias a los avances en las comunicaciones
la humanidad está al tanto de lo que ocurre y lo repudia. 
Lo malo es vivir precisamente en ese lugar.

Vocación de tiranos, cortar las manos 
que se entrelazan, cuando juegan a querer.
Es tristemente anecdótico hablar de causas y 
consecuencias con tanta desolación flotando por el aire.

Afuera... Rugen las ametralladoras con su odio acumulado.
Dentro... De a dos el miedo se convierte en fortaleza.
Piel e instinto, ejecutan el milagro de olvidarse 
que el fin es un desenlace inminente.

Llevan adelante un boicot perfecto a la 
sistemática violencia que los rodea.
Se alumbran mutuamente, se abrigan, se alimentan.
Lo helado del entorno se contrapone con la calidez de sus corazones.

Todo se está definiendo en un segundo 
(o quizá la sentencia hace meses fue dictada).
Los pocos argumentos que quedaban a favor de la paz
en ese rincón del mundo, ya han sido arrojados a la basura.

Incluso el viento y su constante tartamudear 
de metáforas se detuvo en esos instantes.
Quizá no quería invadir el último trozo 
de ternura de una ciudad en llamas.

También ocurre que el futuro se convierte 
en una hoja en la que nadie ha de escribir.
Cuando se habla de paz, nada se dice de 
los muertos que yacen detrás de esas tres letras.

Mientras todo estallaba, ellos hacían el amor.
Mientras todo era terror, ellos se volvían inexpugnables.   

Cuando el ejército llegó portando su maldito rumor de destrucción, 
encontró en la pared simplemente cuatro palabras: Quien ama no muere.

Quien ama no muere. Si los constructores del dolor amaran, tal vez lo sabrían.
Quien ama no muere. Si los constructores del dolor amaran, no serían asesinos.


1 comentario :

  1. Sollozando pretextos y disculpas, mi favorito... aunque todos excelentes, admiro tu manera de decir, lo sabés... Te felicito por el libro! Un beso inmenso!!!! Bel

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También en Ninguna Sombra Es Inocente: